Hacía mucho tiempo que la zorra y la
cigüeña no se veían, cuando un día se encontraron por casualidad.
La cigüeña era una excelente señora,
pero a la zorra le mortificaba el airecito altanero con que
caminaba, y se le ocurrió hacerle una broma.
Después de salameros saludos y
tiernos abrazos, díjole la muy astuta:
– Para celebrar tan felicísimo
encuentro, te invito a cenaren mi casa.
La cigüeña aceptó complacida creyendo
en la sinceridad de la invitación y, poco después, estaban las dos conversando
tranquilamente en casa de la zorra.
Cuando la cena estuvo lista, la anfitriona invitó a la cigüeña a pasar al
comedor.
Una exquisita y fraganciosa comida las esperaba.
Pero la maligna zorra había servido
todo sobre platos extendidos y, mientras ella comía a dos carrillos, la pobre
cigüeña, con su largo y puntiagudo pico, no pudo probar
bocado alguno.
La zorra, viendo lo que le sucedía a su convidada, se reía. Y como la
cigüeña era en extremo educada, disimuló su contrariedad fingiendo que le había
agradado la cena. Pero -está demás decirlo- se dio perfecta cuenta de la
pesada broma de doña zorra.
Poco después, volvió a pasar la cigüeña frente a la casa de su
amiga astuta y, luego de saludarla, añadió:
– Quiero corresponder a tu fina atención y te invito a comer en mi casa.
La zorra aceptó complacida, viendo
que la ocasión le daría la oportunidad de comer sin gastar un centavo.
Llegaron a la vivienda de la cigüeña y, tras charlar un rato, pasaron al
comedor. También les esperaba una riquísima comida, pero no sobre platos lisos,
sino dentro de panzudas botellas de largos y estrechos cuellos.
Desde luego, la dueña de casa devoró cuanto quiso, porque con su
larguísimo pico podía llegar hasta el fondo de las botellas.
La zorra, en cambio, pasaba y repasaba su hocico por el borde, estiraba
la lengua y solo lograba lamer el frío vidrio sin sabor alguno, en tanto que le
provocaba el exquisito olor de la comida.
De este modo, la cigüeña respondió con la misma moneda a la
malintencionada zorra.
Moraleja: Quien mira al que engaña, se venga y no agravia.
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